En Ecuador prefieren el “mande” y una actitud sumisa. Pero seguramente (sobre todo si uno tiene cara de gringo) halla gato encerrado en cualquier negocio que le ofrezcan.
En Chile funciona la lógica del mercado (el cliente tiene la razón), y toda esa famosa amabilidad que los turistas divulgan por el mundo desaparece cuando uno no tiene dinero o aspecto de potentado. El cliente desprecia, y el empleado solo espera algún día despreciar (a otro más pobre que él).
En Argentina cualquier vendedor es tu amigo (pero apenas le das la guita ya se busca otro). No existe el retaque ni la ñapita, el aumentito o la rebaja. No te regalan ni el agua pal mate. Todos se creen el dueño del negocio, o el mejor quiosquero de la cuadra.
En Perú los vendedores te persiguen con el latiguillo de “míster, míster” y no hay forma de explicarle que uno habla castellano. Los maleteros y taxistas lo atacan prepotentemente a uno apenas bajado del bus, para luego, en muchos casos, terminar haciendo un acto de ilusionismo con tus maletas.
Es muy difícil creer en su honestidad o la de los productos que ofrecen. Pero al final uno no sale tanto más perjudicado que en otros lares (y hasta en los buses se puede comprar un sinnumero de productos naturistas).
En Bolivia cuando uno llega a una tienda tiene que llamar a gritos a la vendedora: “Véndame, véndame”. Después de un rato largo llega la mamita de quien sabe dónde. Y si a uno le ven mucha cara de gringo seguramente le respondan “no hay” (con un gesto parecido al “vallase”) o “todavía” (con una rotación de muñeca), dando por perdido el tiempo de espera. Duermen en sus puestos, o lo dejan vacío sin importar las probabilidades de robos o ventas (maestras, como el Chino, en desaferrar mentes). Te venden lo que quieren, como quieren, con precios que pueden variar más abruptamente que cualquier bolsa de valores latinoamericana en tiempos de crisis. Y todo sin posibilidad de reclamo. “Te cagan o te cagan”, sostiene aquella vieja sentencia mariana.
Eso si, dan aumentio (yapita), a veces descuentito (rebaja), y hasta incluso pueden embellecer tu tarde con una inocente y patafísica charla. Y cuando están de buenas…
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