Edificios impecablemente coloniales, como todos los de por ahí, la sede principal y la de Humanidades de la Universidad del Cauca están separadas apenas por una calle en la ciudad blanca de Popayán (famosa por las procesiones de Semana Santa y un puñado de familias aristócratas que han aportada la mayoría de los presidentes de Colombia).
Uno de los edificios era antiguamente un claustro de monjas. El otro de monjes.
Un profesor de arqueología descubrió que había un túnel secreto uniendo ambas sedes (claustros).
Se iniciaron las excavaciones.
El primer hallazgo fue realmente sorprendente: una cantidad inusitada de centenarios fetos muertos.
El descubrimiento no pudo menos que abrir una serie de interrogantes: ¿ritos satánicos? ¿los monjes practicaban abortos clandestinos? ¿hijos de quién? ¿relaciones incestuosas entre monjes y monjas perpetuados en la oscuridad de aquel túnel secreto?
Las excavaciones fueron canceladas, los hallazgos cubiertos con un anfiteatro de cemento (igual que las muertes de la masacre paramilitar del Naya, vinculadas a negocios multinacionales con complicidad de la universidad), el profesor lentamente discriminado y luego desvinculado de la casa de estudios.
Hoy en la ciudad blanca de Popayán apenas si vuela el olor fétido de aquellos interrogantes. (No valla a ser que manchen las paredes).
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