Es un gran lector, y sueña con escribir. Tiene la idea de un brillante relato donde un hombre termina internado en un manicomio por descubrir que los presidentes argentinos han sido siempre el mismo hombre, solo que un chip que se nos incorpora al nacer nos lo hace ver como uno diferente (una excelente metáfora sobre el peronismo).
Es un hombre de una inteligencia refinada, mordaz (perfectamente podría haber cumplido el papel de Woody Allen si hubiera nacido judío en una familia rica de Nueva York). El amor por su mujer y sus hijas le sale por los poros e inunda todo el ambiente cada vez que habla de ellas.
Un día me dice: “Yo algunas mañanas me levanto preguntándome que hago haciendo de engranaje de está aceitada maquinaria de millones trabajando para dos o tres. Después me tomo un café con leche y se me pasa”.
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